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¡Larga vida al rojo!

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Feminismo. Pequeñas mujeres rojas. Clara Colorín Colorado.
Con sombrero y labios rojos. Fotografía de Migue Chacón.

Al recorrer mi memoria hay un recuerdo que me asalta inquebrantable en la cuerda floja de momentos imperecederos. Funambulista después de más treinta años, pero que como el buen vino sabe aún mejor con el paso del tiempo. Mente y corazón ejercen de barrica. El espejo del tocador me lo devuelve cada vez que me poso en él y abro el cajón del maquillaje. La primera vez que usé estas pinturas tan llenas de magia y fantasía rondaba los seis años. Tenía gripe y mis padres me acuartelaron en su cama. Una grande en la que saltar, jugar y dormir a pierna suelta. Para no aburrirme demasiado mi madre me prestó su estuche de maquillaje de Margaret Astor. Esa caja roja mítica repleta de fantásticos colores que poseían la mayoría de nuestras madres. Algunos incluían purpurina, era como pintarse con polvo de estrellas. Con una ilusión desbordante y sobredosis de inventiva jugué a aplicar esos pigmentos extraordinarios sobre mi cara. El resultado debió de ser similar a cuando Homer Simpson inventó una escopeta para maquillar pero, desde ese momento ese mundo y yo nos unimos para siempre.

Una frase motivadora, roja y rabiosamente feminista

Lo nuestro ha sido una relación sostenida en el tiempo a base de ensayo, un cúmulo de errores y algún éxito esporádico. En más de una ocasión me convertí en una mezcla de cromo y cuadro impresionista, porque lejos del curso de maquillaje que Robert Kardashian regaló a sus hijas, lo mío ha sido una práctica a escondidas en el baño que culminó con el uso del pintalabios rojo con la excusa de una fiesta de Halloween. Empujada por el “a ti no te pega” comencé a hacerlo con cierta regularidad. Nunca antes una frase motivó tanto. Han pasado muchos años desde mi primer lipstick en la tienda de los chinos, ahora tengo mi propia colección de rojos en la que elijo barra en función de la estación y el momento anímico. La imagen del espejo, generosa, me devuelve una y otra vez la misma idea, ¡larga vida al rojo!

Evolución cosmética

La historia del pintalabios se remonta al Antiguo Egipto donde lo hacían a base de pigmentos rojizos mezclados con ceras y grasas. La misma pintura que se usaba para el arte. Cleopatra, por su parte prefería pintarse los labios con escarabajos carmín espachurrados, huevos de hormigas y escamas de pescado. Muy poco a poco su ciencia fue mejorando y evolucionando hasta que Guerlain sacó su primera barra para las aristócratas francesas en un delicado y exquisito packaging de cartón y seda. Posteriormente, Socovill Manufacturing Company hizo el producto asequible y comercial. Y ya para rematar, James Bruce Mason Jr. incluyó ese sistema giratorio tan útil para subir y bajar la barra.

“Lipstick index”

Un producto estrella que durante años sirvió como indicador de la economía. Estée Lauder lo bautizó como “lipstick index”. Las estadísticas demostraron que en tiempos de recesión las ventas del rouge aumentaban escandalosamente hasta un 25%. Las mujeres sustituían ropa y calzado caro por un poco de felicidad en forma de lápiz labial. Un valium en tiempos de depresión.

Revolución feminista

Pero pintarse los labios va mucho más allá de estar guapa. Significa empoderamiento. Es una de las pequeñas grandes conquistas del feminismo. La idea de que el rojo era el color de la inmoralidad y de las prostitutas la impuso la Reina Victoria en el siglo XIX, quien prefería los rostros inmaculados. No es de extrañar que el feminismo rescatase el lápiz de labios en cuanto tuvo oportunidad e incluso lo encumbrase a símbolo.

Ser representadas

Los primeros objetivos del movimiento fueron los derechos más básicos, la igualdad política y legal. Había que luchar por el sufragio y por formar parte de los órganos del Estado. Ser representadas y representar. Desde el Himalaya de la razón masculina las mujeres éramos vistas como seres intelectualmente inferiores. La crianza de niños, las labores domésticas y ser una abnegada esposa capaz de chupar los sudorosos y embarrizados pies del marido tras un día de caza eran todas las aspiraciones que podíamos tener.

Nueva York en 1912

En 1912 miles de sufragistas desfilaron por las calles de Nueva York coincidiendo en su marcha con el salón de belleza de Elizabeth Arden, quien no dudó en unirse al movimiento regalándoles los famosos labiales rojos. El impacto del color en los hombres hizo que sus líderes: Elizabeth Cady Stanton y Charlotte Perkins Gilman, y el resto de feministas adoptasen el color. El rouge adquirió connotaciones de fuerza, lucha y emancipación. Se convirtió en símbolo de liberación y rebelión. Rachel Felder declaró “No podría haber un símbolo más perfecto de sufragistas que el lápiz labial rojo, porque no solo es poderoso, es femenino”. 

Sufragistas en las calles de Nueva York en 1912 con los labios rojos. Larga vida al rojo.
Sufragistas desfilando por las calles de Nueva York en 1912

Rojo, el color antifascista

El lipstick rojo también fue una declaración antifascista durante la Segunda Guerra Mundial. Adolph Hitler no sólo es famoso por el fascismo sino también porque odió el lápiz de labios rojo a pesar de ser el preferido de Eva Braun. Los países aliados utilizaron el rojo como símbolo patriótico y antifascista. Así mismo los labios rojos ayudaron a conservar la identidad femenina cuando los hombres marcharon a la guerra y las mujeres saltaron al terreno laboral. En la ilustración de J. Howard Miller de Rosie the Riveter, el ícono cultural que se usó para reclutar y empoderar a las trabajadoras de fábricas americanas, llevaba los labios rojos. También se les impuso a las mujeres que se unieron a la guerra. Helena Rubinstein creó para ellas Regimental Red y Elizabeth Arden la barra Victory Red.

Hollywood

Hollywood tampoco dudó en hacer uso del rojo. La actriz Clara Bow fue una de las precursoras que decidió pintar sus labios de rojo para destacarlos en un mundo en blanco y negro. Su uso hizo sentir a las actrices más femeninas, glamurosas, sofisticadas y empoderadas. Hoy millones de mujeres de todo el mundo siguen luchando por sus derechos, por la equidad salarial, por romper el techo de cristal, por poder regresar a casa de noche sanas y salvas o hablar sin tapujos. Lejos de lo que muchos piensan aún queda un largo camino. Hasta entonces feminismo, sororidad y larga vida al rojo.

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