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Los invisibles

Fotografía de El País. Aplausos a los invisibles. Clara Colorín Colorado.
Aplausos durante el Covid. Fotografía de El País.

Durante meses, cuando el reloj señalaba las ocho de la tarde, España entera salía a sus balcones. Los menos afortunados asomaban la cabeza por la ventana, haciendo gala de su paciencia, de su fuerza y del orgullo que sentían hacia sus sus sanitarios con una lluvia de aplausos. Merecidísima ovación. Un momento cargado de emoción que inyectaba dosis de valentía a sus combatientes. Era la forma del pueblo de decir gracias. Y no era para menos, el personal sanitario se enfrentaba con su trabajo a un virus todavía desconocido en primera línea sin más escudo que una indumentaria parecida a la de un astronauta de la tienda del Todo a un euro y una espada afilada en la despiadada desinformación. Quién fuera Frodo Bolsón con su cota de malla de mithril y su inseparable Samsagaz en su odisea al Monte del Destino. Quienes también estuvieron fueron los invisibles.

El inicio de nuestra pesadilla estuvo marcado por el desconocimiento, la falta de medios y el miedo. Un presente desolador que perfilaba a corto plazo un futuro aún peor. La magnitud que adquiriría la ola era inimaginable entonces. “Sólo” se nos pidió permanecer encerrados en nuestra casa. Los más suertudos con familiares o amigos. Otros, solos consigo mismo o peor aún, enjaulados con el enemigo. Nunca lo olvidaremos.

Trabajo en las trincheras

Sin guantes y sin mascarillas un número incontable de valientes saltaron a sus puestos doblando turnos. Bomberos y policías demostraron más valor que Bruce Willis en Armageddon y Jungla de Cristal juntas. Asistieron a la sociedad más frágil. Las escenas que vimos fueron estremecedoras. Los transportistas tampoco abandonaron la carretera a pesar de no encontrar una estación de servicios abierta. Estaban solos ante horas y horas de carretera. A estos invisibles se sumaron más invisibles, reponedores y cajeras quienes a pesar de la fiebre por la celulosa nunca dejaron que faltase papel higiénico en los estantes. En esta feroz embestida no faltó el personal farmacéutico vendiendo mascarillas, medicamentos y siendo el primer y único consejo médico de quienes no llegaron a pisar los hospitales. La avalancha de casos los hizo impenetrables hasta el punto de que muchos no llegaron a ellos.

El mundo de la enseñanza se armó de paciencia y estoicismo e hizo uso del zoom para educar a unos estudiantes huérfanos de infraestructuras. Y qué decir del personal de limpieza si ha sido invisible desde tiempos inmemorables. Las medidas de higiene se extremaron en los hospitales, comercios y medios de transporte. La lejía, los bactericidas y desinfectantes se convirtieron en nuestro Chanel Nº5. Necesitábamos que el mundo estuviera impoluto y desinfectado. Había que combatir el covid como la peste. Muy pocos les aplaudieron. Aún así, se enfundaron en su bata, se subieron los guantes y frotaron, esta vez, como nunca. No hay elogio que enjuicie su valor.

Humanidad en mayúsculas

Tenemos muy mala memoria y tendemos a apreciar a los que más cobran y a escuchar a los que más gritan. Tertulianos que poco tienen de gestores. Los invisibles aprendieron a remar en el mismo barco. Un sabio Ben Parker le dijo un día a su sobrino Peter “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y esta frase cambió el rumbo de Peter para siempre. Aprendió a controlar sus poderes para ponerlos a favor de la humanidad y se convirtió en el superhéroe Spiderman. Lo mismo hizo el sector de la cultura. Conciertos y recitales de poesía a través de los directos de Instagram. Los deportistas crearon guías de circuitos para realizar en casa . Un sinfín de profesionales de diversa índole regalaron sus consejos e inventaron concursos a través de las redes. Todos sabían que teníamos que estar entretenidos.  El mundo demostró afecto, comprensión y solidaridad. Humanidad en mayúsculas.

Rápidamente se sumaron más invisibles. Vecinos que nos ayudaron haciendo la compra, gente que nos llamaba sólo para preguntar si estábamos bien. Gestos que nos sacudían la soledad en la que vivíamos casi ahogados. Hoy también hay que seguir aplaudiendo a todos estos invisibles porque sin la suma de sus esfuerzos no seguiríamos aquí. Gracias a todos. Feliz Día del Trabajo.

4 comentarios en «Los invisibles»

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