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“Vale”

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Vale. Blog Cotidianas Clara Colorín Colorado.
Subirse a la ola y disfrutar del camino. Mediterraneamente.

Soy de esas personas que al verano le podría escribir una carta de amor que comenzaría más o menos con un educado y cortés “querido verano” y acabaría con un “cuento los días para que regreses con tu perfume de Nivea, los cuerpos tornasolados y tu filosofía pasada por agua”. Para que las ilusiones queden preciosas deben comenzar pronto, con suspiros que se nos escapan desde lo más profundo, de ese lugar llamado nostalgia que está a medio camino entre el corazón y el recuerdo. Y sí, los que no sabemos ser románticos y luchamos contra nuestra propia naturaleza por no recurrir al chiste facilón caemos en lo cursi. Pero por encima del verano, lo que realmente impulsa esta precoz cuenta atrás es el anuncio de Estrella Damm. La marca de cervezas, que lleva haciendo magia en televisión desde que lanzó su campaña Mediterraneamente allá por 2008, nos ha llevado a Formentera, a una noche de San Juan en Menorca, de fiesta con Peter Dinklage en Sitges y a un “vale” bajo las estrellas ibicencas entre Dakota Johnson y Quim Gutiérrez. Doce minutos y cinco segundos plagados de buenos planos, fantasía aspiracional y humor del bueno que se acerca a los nueve millones de reproducciones cuando escribo estas líneas.

Kamikaze profesional

Con esa filosofía del “vale” respondí hace un tiempo a una descabellada idea en ese lugar en el que todo puede pasar. El mismo restaurante en el que la palabra “love” desembocó en una dramático desentendimiento arruinando la felicidad de un plato de croquetas. El mismo en el que me acusaron de no ser diplomática, que curiosamente es la única manera de la que sé hablar en inglés. La magnitud de mi nueva catástrofe escapó de la escala Richter, también de la Saffir-Simpson. El suelo se abrió para tragarme y, por si aún quedaba algo, me terminó de arrasar el viento. Luego no sé si me escupió o me eructó, porque no sé cuál de las dos opciones es peor, pero salí a la superficie. Te explico, te explico; yo, que soy kamikaze profesional, me embarqué en una homérica aventura por no saber decir “no, gracias”. Un viaje al otro lado del mundo con alguien a quien apenas conocía. Y a pesar del tiempo que ha pasado, cuando echo la vista atrás, todavía intento entender el curso de los acontecimientos, la hecatombe.

“Yes, yes”

A las setenta y dos horas de aventura, frente al espejo del baño de un bar desconocido, me di cuenta de que moralmente estaba hecha añicos. Había escuchado lo último que una mujer podía llegar a decir. La única solución era reinventarme, quedaban demasiados días de convivencia. Aunque te confieso que durante unos segundos la cuestión fue matarla o no matarla. Pero más allá de Hamlet o los sofistas, unos tíos con mucho aguante, decidí poner en práctica la “filosofía jorgiana”. Basada en activar la resiliencia y revestirme con una sonrisa. Inicié una huelga de carácter hasta que mi genio se quedó raquítico para eliminar cualquier lucha dialéctica. Me traduje en el equivalente del “yes, yes” por pura condescendencia. Era mi banderilla blanca. Sin embargo, llegó un momento en el que tuve que ir más allá. Me remangué para entrar en el campo de batalla e hice uso de mis mejores armas. Tecnología punta: Accioné el protocolo “filosofía Isabel Preysler”, que consiste en que aunque llegue una ola de veinte metros ni te despeines, que salgas impune del drama que te está sacudiendo.

Cuestión de filosofía

Por qué tuve que decir “vale”. El destino me lanzó señales que yo toreé. Equilibrista en la cuerda floja danzando a ritmo de “vale”. Ya de vuelta de la odisea, con algún hematoma interno pero sin grandes daños en el exterior, hice escala en un aeropuerto español visualizando el paquete de Donuts y la Vanity Fair que iba a comprar. A devorar en ambos casos. De nuevo la vida me mandó señales. La señora del Relay me dijo que no, que no vendían Donuts. No sabía que un establecimiento español enfocado al disfrute rápido podía no venderlos. Lo que me recordó al día que compré un pack de cuatro en El Corte Inglés y uno de los compartimentos vino vacío. Entendí que había que dejar fuera de la rutina culinaria a esas esponjosas rosquillas bañadas en chocolate fondant. Lo peor de esto es que ya me ha pasado dos veces. Al universo le gusta reírse de mí de vez en cuando. Pero centrémonos en el aeropuerto. Tras la negativa de Doña Relay nos enfocamos en dar con el magazine. La señora encontró la última Vanity Fair en un tetris de revistas como el que busca a Wally en uno de sus mundos. Allí Doña Relay era Martin Handford, no cabía duda. Con viento de cola y un chorro de aire acondicionado directo a la garganta me despedí de España para hacer la última etapa de mi peregrinación mientras ojeaba artículos y entrevistas. Los escritos de Alberto Moreno, Javier Aznar, Jesús Terrés o Carmen Pacheco siempre me sirven de inspiración pero en esta ocasión ha sido una frase lapidaria de C. Tangana en la entrevista con Silvia Cruz Lapeña lo que ha motivado nuevas reflexiones.

“Por amor he sufrido lo normal. ¿Qué cuánto es lo normal? Se sufre en una proporción directa a lo que se disfruta”.

Con esa declaración a bocajarro comienza el texto. Y yo me pregunto si no es extrapolable a la vida en general. La cantidad de veces que nos lanzamos a algo sin saber si va a salir bien o no. En el almacén de mi memoria hay un número astronómico de experiencias regulares que se han convertido en anécdotas. Batallitas que rememoro entre amigos y que empiezan con un “te tengo que contar…” o con un “no te vas a creer lo que me pasó…”. La vida tiene poco que ver con un anuncio de Estrella Damm pero al final el tiempo la sazona con humor y le quita niveles de dramatismo en las escalas Richter, la Saffir-Simpson o la anécdota de esa amiga que siempre quiere ganarte en tragedia o en lo que sea. Somos competitivos hasta en lo patético. Podría escribir mis memorias a lo Manolito Gafotas y me faltarían tomos. A veces se aprende y otras acaban en éxito como aquel veintitrés de julio en el que el “vale”, a pesar de lo mucho que me costó darlo, se tradujo en una cita por las calles vacías de Madrid. Corriendo desde Gran Vía hasta el Museo del Prado como espías en la noche. Protagonistas de una ciudad que durante unas horas volvió a ser plató de cine. Un nuevo Abre los ojos, de nuevo Amenábar.

Subirse a la ola

En mi mente las palabras de C. Tangana se transformaron en algo del tipo: “Por vivir he sufrido lo normal. ¿Qué cuánto es lo normal? Se sufre en una proporción directa a lo que se disfruta”. Así que déjame darte un consejo. Levántate del sofá y cambia el zapping por el living. Sal de tu burbuja y sé valiente, la vida pide acción. Be vale, my friend!! El final de la película lo escribes tú. Entre mis kamikazes favoritas y más inspiradoras está mi amiga Marta, que acabó de estudiar psicología para años después ser apicultora, constructora, experta en crochet y un sinfín de cosas más. Se subió a la ola y desde entonces no ha parado de disfrutar del camino.

2 comentarios en «“Vale”»

  1. Jorge Álvarez-Campana Camiña

    Menos mal que este año ha vuelto el anuncio de Estrella Damm para lanzarnos de cabeza al verano. Por cierto, ese donuts que te fue birlado en una ocasión debería volver a ti de alguna manera…..por justicia universal kármica!

    1. Yo también creo que el karma me debe un poco de dulce pero alguien muy sabio me dijo que la vida nunca nos debe nada…Me encanta el anuncio de Estrella Damm de este año, es buenísimo!

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