No se me da bien tomar el sol, tampoco leer en la toalla y soy pésima jugando a las palas, sin embargo soy la mejor sentada en la orilla llenándome de arena mientras contemplo el horizonte. La inmensidad del océano tiene algo mágico, embriagador y relajante. Puede ser la música de las olas, el perfume del salitre, el juego de colores o el infinito, ese punto en el que el cielo y el mar se mezclan hasta confundirse, no sé qué es pero engancha y eso que no vengo de mar sino de secano.
Hace unas semanas mientras paseaba buscando un lugar bonito desde el que fotografiar la puesta de sol encontré algo mejor, una estrella de mar camuflada entre la arena blanquecina de Dubai. Sorpresón. Siempre imagino estrellas en el Caribe, Vietnam, Filipinas…pero no aquí. Jamás aquí. Al rato comencé a ver más, por todas partes. La marea las dejaba al descubierto a última hora de la tarde. Esto tiene una parte buena y una mala, puedes verlas pero también es muy posible que mueran al estar descubiertas o se las lleve alguien como souvenir. Ahí comenzó mi misión, mi nuevo entretenimiento playero, devolverlas al mar…por un rato me sentí ninja tirando estrellas (cuántas películas tengo en la cabeza…) Si has llegado leyendo hasta aquí no te las lleves. Tampoco te las metas en la boca ni hagas tantas cosas veas en las fotos que la gente publica. No son un objeto sino un ser vivo que como tal merece VIVIR.
me gusta
Muchas gracias 🙂