No sé qué causa más repelús, si quienes cuentan países en su perfil con la misma pasividad que el que come pipas o ver a gente monetizar ser ella misma y además recibir premios por ello. La combinación de tonos tierra de una de las últimas publicaciones de la influencer de moda María Pombo ha conseguido más interés que el último resumen del periódico El País sobre la guerra en Ucrania. Hay una generación que ya no sueña con ser astronauta, estrella del rock o Sherlock Holmes. Prefieren ser youtuber o tiktoker, asalariados de videoconsola y realidad virtual. Se ha cambiado el noble arte de la curiosidad por el cotilleo, la vanidad facilona y un posado más sexy que cualquiera de los protagonizados por Ana García Obregón en verano. Todas quieren ser Anita pero Anita sólo hay una. Mercadeamos con la idea de felicidad y se nos ha ido de las manos, si alguna vez estuvo en ellas. No puedo, no quiero imaginar lo que ocurriría si mujeres de la talla de Nellie Bly, viajera intrépida del siglo XIX, levantara la cabeza en pleno 2022 y viese la que hemos liado. Al descubrir que tenemos un “cochecito” (rover Perseverance) dando vueltas por Marte estaría entre la fascinación y el ictus. Para unos segundos más tarde, cuando le mostraran el tutorial del influencer que enseña a pelar un plátano con cuchillo, como si fuera una manzana o como si fuera necesario enseñar a pelar un plátano, volver a meterse en la tumba. Hemos elegido mal a nuestros símbolos, a nuestros referentes y le hemos dado relevancia a gente que ha aprendido el discurso fácil que engatusa: el que carece de contenido. Un poder sin responsabilidad. Una conversación de ascensor sobre el tiempo en toda regla.
Nelly Bly
Elizabeth Jane Cochran fue una mujer tan fascinante como desconocida. Para empezar porque ha pasado a la historia por su pseudónimo, Nellie Bly, y para continuar porque no tengo tan claro que haya pasado a la historia, a la cultura popular. Fue comprometida y osada. Una rareza absoluta que dijo no a los cánones sociales y batalló desde sus escritos para mejorar la realidad, especialmente la de las mujeres. Bly comenzó su andadura periodística plantándole cara al misógino artículo “¿Para qué sirven las mujeres?”, publicado por el Pittsburg Dispatch. En él se afirmaba que una mujer trabajadora era una monstruosidad. Su réplica gustó tanto que debieron pensar “hay que contratarla, no cabe duda”. Más tarde pasó al New York World de Joseph Pulitzer e impulsada por esas ganas irrefrenables de hacer del mundo un lugar un poquito mejor realizó uno de sus trabajos más reconocidos: el reportaje sobre el manicomio femenino de la Isla de Blackwell, actual Isla de Roosevelt. Para infiltrarse tuvo que hacerse pasar por demente. Denunció hacinamiento y condiciones insalubres. También que el centro servía como almacén de “despojos sociales”, inmigrantes que no quedaban bien en “la Tierra prometida” y al no conocer el idioma no podían defenderse. Pero lo peor fue darse cuenta de que incluso una persona cuerda podría enloquecer si le eran aplicados los salvajes métodos de curación del centro.
El poder de la curiosidad
La curiosidad que despertó La vuelta al mundo en ochenta días hizo soñar a niños y no tan niños. Entre estos últimos a Nelly Bly, que en 1888 propuso a Pulitzer la brillante idea no sólo de hacer realidad la aventura sino también de establecer una nueva marca viajera. Sensacionalismo americano del que no pasa de moda. A Pulitzer le entusiasmó pero rechazó a la periodista bajo la pueril excusa de que “una mujer necesita demasiado equipaje”. Nelly Bly, que nunca fue de esas personas que se rinden, motivada por las ganas de sobrepasar límites y abrir nuevos caminos para todas, le dijo: “o me dais a mi el reportaje o lo haré para otro periódico y además ganaré a vuestro reportero”. Y os confieso que pagaría por haber estado cinco minutos con un cuenco de palomitas en la cabeza de George Francis Train, la persona en la que se inspira el personaje de Phileas Fogg, cuando se enteró del atrevimiento de Bly. Él, que era lo opuesto a la figura creada por Julio Verne y había llegado a exclamar que la fama le había sido arrebatada por la literatura, debió de sentirse herido en lo más profundo: su ego.
Nelly Bly viajó con lo puesto y un pequeño bolso al más puro estilo Mary Poppins en el que convivían material de escribir, mudas, crema protectora y toneladas de buena suerte. Eligió bien las escalas, evitó meterse en problemas y regaló al mundo sus crónicas viajeras. Aventuras, desavenencias, choques culturales y, cómo no, el papel de la mujer en los diferentes países. Sacó hueco incluso para hacer parada en Amiens y charlar con Julio Verne, que incrédulo le dijo: “Señorita, si es usted capaz de hacerlo en setenta y nueve días, yo la felicitaré públicamente”. Desconozco si el escritor cumplió con su palabra pero ella sí lo hizo con la suya. Dio la vuelta al mundo en setenta y dos días. La vida de Nelly Bly demuestra que la curiosidad no mató al gato, sino que le dio siete vidas.
El relato femenino
Más de cien años después de este periplo, la española Alicia Sornosa se convirtió en 2013 en la primera mujer de habla hispana en dar la vuelta al mundo sola con su moto. Sobrevivió a un terremoto de 7,6 en la escala Richter en Tapachula y cruzó países como Sudán, Etiopía o Kenia. Pero ni con esos ingredientes ha superado la popularidad de la combinación en tonos tierra de la influencer de moda. España, uno de los países líderes en turismo, sigue jugando a apostar por la más guapa porque sabe que aquí lo que triunfa es la versión maquillada de Gran Hermano. Faltan medios porque faltan ganas. De las quince expediciones de viaje de la revista que tengo en mis manos sólo dos están dirigidas por mujeres. Sigue faltando el relato femenino, la crónica de viajes desde un punto de vista diferente, concretamente el de la mitad de la población mundial. Viajar no es contar destinos en el perfil de la red social sino rendirse al poder de la curiosidad. Que la experiencia te golpee y forme parte de ti como la cicatriz del ombligo, para siempre.
Qué historia más curiosa (guiño, guiño) la de Nelly Bly. Quizás a ella también le asaltó algún elefante en plan bandido de caminos. Momentazo trompón!
Tan curiosa y tan desconocida, no? No sé, yo tengo esa sensación. Se habla de viajerOS pero rara vez de viajerAs…El momento trompón permanecerá grabado para siempre en mi retina!! Y puede que a Nelly también le asaltase algún elefante porque hizo parada en Colombo 🙂
Muy bonito artículo.
Muchas gracias Mariano 🙂
No conocía para nada esta historia ni conocía a Nelly . Investigaré
Una mujer muy interesante y valiente, tiene varios libros publicados
Me encanta esa foto!! Gran historia ☺️
Muchas gracias Natalia 😉
Me ha encantado Clara!!! Un beso 😘
Me alegro un montón!!! Muchas gracias por leerlo 🙂