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El Imperio Sacher

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La exquisita tarta de chocolate Sacher en el hotel que le da nombre
Original Sacher-Torte

Este estiloso hotel vienés, miembro de The Leading Hotels of the World, representa el éxtasis del lujo austriaco desde 1876. Tiempo suficiente para convertirlo en un lugar novelesco en el que la imaginación del huésped discurre por la grandeza del Imperio austrohúngaro y el presente más sofisticado de Europa. Suelos de mármol, lámparas de araña, obras de arte y paredes surcadas por brocados de colores puros e impactantes son algunos de los ingredientes que dejan atónito a quien se adentra en el Hotel Sacher. En él se entrelazan desde la estética palaciega, pasando por la tarta de chocolate favorita de Sissi y la exaltación freudiana, hasta los ecos de las óperas de Mozart y Vivaldi. Además de un cúmulo de relatos propios protagonizadas por huéspedes de la singularidad de Rainiero de Mónaco, Grace Kelly, John Lennon, Herbert von Karajan y el mismísimo emperador Francisco José. Sacher es una bisagra que une la utopía de un pretérito pluscuamperfecto con la actualidad. Un lugar donde lo sagrado es la experiencia, por eso no es de extrañar que nos preguntemos, y aún con la boca abierta, qué no se hará en este hotel.

La gesta culinaria de Franz Sacher

Todo empezó en 1832, el día que Franz Sacher tuvo que obrar un milagro para poner la guinda a la cena ofrecida por el canciller von Metternich. Nunca un austriaco hizo tanto por encumbrar a su país como el joven Franz durante esa cena. Tenía dieciséis años y llevaba tan sólo dos de aprendiz cuando el canciller ordenó que creara un postre que le hiciera sentir orgulloso delante de su selecto grupo de invitados. El chef había caído enfermo, lo que obligó a Franz a responsabilizarse de las exigencias del canciller. La heroica gesta culinaria no obtuvo únicamente el beneplácito de los comensales sino que además la historia ha reconocido a la tarta de chocolate que esa noche ideó, la Sacher-Torte, como una de las mejores de todos los tiempos. Los detalles de su receta se mantienen bajo secreto casi doscientos años después, pero podemos advertir a los golosos más despistados de que cada bocado de la Sacher-Torte encierra un mundo de placer que engancha. La tarta es jugosa, húmeda y embriagadora. Combina el estallido del chocolate con notas de verano, puro frenesí que nos hace la boca agua. Dos capas de bizcocho de chocolate unidas por la mermelada de albaricoque, recubiertas de chocolate y más chocolate. La vida era eso.

El Hotel Sacher

Aunque Franz Sacher creó esta tarta fue su hijo Eduard quien la perfeccionó en la pastelería Demel. Apostando por los beneficios que le traería su invento edificó el Hotel Sacher sobre las cenizas de un antiguo teatro. Desde allí la tarta conquistaría los paladares de medio mundo. El éxito hizo crecer a esta catedral del descanso y la experiencia incluso cuando la historia le pasó por encima. Con Viena dividida en cuatro zonas durante la II Guerra Mundial Sacher pasó a ser cuartel general de los británicos. Aquí Graham Greene compuso El tercer hombre. Fue tan feliz creando la intriga que ocuparía sus páginas que años más tarde, cuando le regalaron una perrita lazarillo, el escritor la bautizó con el nombre del hotel. La pequeña Sacher le hacía regresar, a través del rastro de miguitas que formulan los recuerdos, a las aventuras de Holly Martins mientras absorbía el bar del hotel. Un negroni, un martini o un Sir George. Bomba espirituosa que combina el vodka, la ginebra, el amaretto, el Aperol y varios cítricos. Pero sobre todo unos bocados de Sacher Torte Original para blindar el estómago y darle un final feliz.

“¡Sachertorte!, ¡Sachertorte!”

Hoy Sacher nos demuestra que, en la etapa dorada del viaje, el hotel es un lugar crucial en el que se viven pasiones y misterios en una escena de casualidades mientras nos envuelve un gusto secreto por el descanso en camas mullidas y sillones aterciopelados. Las grandes cristaleras, que inundan las estancias de luz, ofrecen unas vistas espléndidas al Kärntner Straße, Albertina y por supuesto la Ópera. El Hotel Sacher, con su estilo ilustre, dispone de una magnífica selección de habitaciones y suites de autor dignas de una reina. Gastronomía austriaca e internacional para chuparse los dedos y repetir. Pero sobre todo, un amplio abanico de opciones terapéuticas para el cuerpo y el alma cuya base es el chocolate. En este templo del cacao nos recuerdan una y otra vez que la vida es más agradable con él y que nunca es suficiente. Al grito de “¡Sachertorte!, ¡Sachertorte!” nos despedimos. Cuentan las leyendas más traviesas que esas eran las palabras que en el clímax Freud regalaba a su mujer. Mariposas que brotaban del alma y que acrecientan la historia de un plato que es patrimonio del buen comer. Una tarta digna de un imperio.

6 comentarios en «El Imperio Sacher»

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