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Jordania, una aventura de otro planeta

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Desierto Wadi Rum de Jordania. Psicogeografías. Clara Colorín Colorado
Desierto del Wadi Rum al atardecer con los camellos de los Reyes Magos

Cuando la Tierra gira sobre sí misma hasta apagar el día aparece la noche repleta de puntos brillantes. Una de las primeras luces protagonistas que vemos es la de Marte. Una luz que proviene del Sol, que rebota en el planeta tiñéndola de rojo y que atraviesa doscientos veinticinco millones de kilómetros hasta nuestras retinas. Marte nos ha regalado más de cuatro mil años de fascinación y misterio en noches hondas y silenciosas desde que los astrónomos egipcios lo observaran por primera vez. El 20 de julio del año 2020 el rover Perseverance se saltó todos los confinamientos y se lanzó a la aventura espacial para tomar muestras y capturar imágenes de Marte. Anda a la caza de signos de vida. Al mismo tiempo, científicos de la NASA estudian las posibilidades de que un microorganismo pueda sobrevivir en la zona más hostil del desierto de Atacama. La falta de oxígeno y las condiciones extremas que envuelven este paraje lo convierten en lo más similar que podemos encontrar en la Tierra. Ciencia ficción terrenal. Pero son los torreones de roca y la arena colorada de Jordania las que se alzan con el premio y representan el paisaje marciano en las salas de cine. Sus escenas parecen de otro planeta. En el otoño de 2017 viajamos a Jordania. Allí divisamos la Tierra Prometida, exploramos el desierto en nuestro “rover”, flotamos en un mar ocho veces más salino y, acompañados del sombrero de Indiana Jones, penetramos en la ciudad esculpida por los nabateos, Petra.

Tierra Prometida desde Jordania

El día comienza antes de que salga el Sol con un desayuno cuantioso y variado en el hotel. Manjares árabes y alguna exquisitez india. Nuestra primera parada es el Monte Nebo desde donde Moisés avistó la Tierra Prometida después de cuarenta años de vagar por el desierto para morir justo después. De derecha a izquierda y bajo un velo de polvo: Jericó, Jerusalén y Belén sobre colinas terrosas. Cuarenta y un kilómetros es la distancia media con cada una de estas poblaciones, sin embargo el alejamiento político la hace intransitable. Es una sensación rara. Nuestro guía Hassam nos cuenta historias de supervivientes, gente que ha conseguido cruzar la frontera y no quiere volver a mirar atrás. Entre anécdota y anécdota llegamos a la Iglesia de San Jorge en Madaba donde se halla la representación cartográfica más primitiva que se conserva en el mundo de la Tierra Santa. Un mapa con el que se han podido ubicar la ciudad de Ascalón y emplazamientos sepultados de Jerusalén. Le sigue una charla en un taller de mosaicos. Y como Hassam no cuenta calorías y posee un hambre voraz nos propone el plato típico de Jordania, mansaf. Un guiso de origen beduino a base de carne de cordero, piñones, curry, arroz y yogurt. La comilona requiere una siesta de cuatro horas. Tiempo necesario para hacer los más de trescientos kilómetros que distan con el desierto de Wadi Rum.

Wadi Rum y Petra

Entrar en este desierto tan extraterrestre significa adentrarse en el Valle de la Luna. Torres y puentes de arenisca, médanos esbozados por “el viento solar” y montes que se elevan como una isla en medio del océano yermo, inselbergs. El más llamativo es el de Los Siete Pilares de la Sabiduría que además de usarse para escalar también dio título al libro del morador más célebre del Wadi Rum, Lawrence de Arabia. Este desierto es tan extraordinario porque hace mucho tiempo le perteneció al mar y fueron los movimientos de la Tierra con sus subidas y bajadas los que le sacaron a la superficie. La caricia invisible del tiempo hizo el resto. El resultado es un paisaje marciano. El momento mágico se produce durante el ocaso, cuando los últimos rayos de luz salpican cada grano de arena y el silencio se expande, el suelo se torna anaranjado hasta volverse del color de la sangre. Un espectáculo en Jordania sólo comparable con Petra. La capital nabatea, excavada en piedra rosada, está camuflada por un cañón que ejerce de fortaleza natural, Al Siq. Un desfiladero de dos kilómetros con imponentes paredes de trescientos metros. La Ciudad Rosa conserva las tumbas, la red hidráulica, los templos y gran parte del embellecimiento de las fachadas en las que se conjuga una estética grecorromana, egipcia y mesopotámica. No en vano los nabateos conquistaron importantes puntos de las rutas comerciales, se enriquecieron y formaron a sus artesanos en los centros culturales más prestigiosos del oriente mediterráneo. Su buque insignia es Al Khazneh, más conocido como El Tesoro. Recorrer este yacimiento arqueológico es soñar en rosa, sumergirse en el pasado y sacar al Indiana Jones que llevas dentro.

Una aventura de otro planeta, para todos los bolsillos y todas las épocas

La última parada extraterrestre es el Mar Muerto. Agua turquesa en los días claros, costras de sal en forma de isleta y una orilla surcada por la brea y más sal. Hay quienes se pintan de lodo y creen cubrir su piel de superpoderes. Otros prefieren flotar en sus aguas. Es lo más cerca que el común de los mortales podemos estar de caminar sobre el Mar de Galilea y olvidarnos de la gravedad como si estuviéramos en una misión espacial. El secreto del Mar Muerto es que no tiene ningún tipo de salida. El agua se evapora pero los minerales, que llegan procedentes del agua del río Jordán y la lluvia, permanecen aumentando así la densidad de su agua que llega a ser mayor que la de nuestro cuerpo, por eso flotamos. Tras ello visitamos Jerash, una de las diez grandes ciudades romanas, y cerramos el viaje en la Ciudadela de Ammán. Después de ver el Palacio Omeya, caminar por las ruinas del Templo de Hércules y contemplar por última vez Jordania desde la colina de Jebel al-Qala’a. Pero en esta época tan llena de restricciones os propongo otra opción de viaje, uno que comience en las noches hondas y silenciosas armándonos con unas gafas de miope, una lente de cámara, varias latas, papel, alambre y una caña. Y voilà, ya tenemos un telescopio casero tal como hizo el niño senegalés Malick Ndiaye. Para contemplar los detalles de la Luna, Júpiter, los anillos de Saturno y regresar a Jordania desde el Monte Olimpo de Marte. Una aventura de otro planeta para todos los bolsillos y todas las épocas.

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6 comentarios en «Jordania, una aventura de otro planeta»

  1. Este es uno de mis viajes pendientes y creo que ahí se va a quedar, mierda de virus! la de viajes que se me van a quedar en el tintero. Lo has descrito precioso!

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