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Made in China

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Mujer china en la Ciudad Prohibida de Pekín.
Ciudad Prohibida de Pekín.

Si hay un país que podríamos equiparar a otro planeta por los innumerables contrastes que ofrece, ese es China. Paisajes que se escapan de nuestra imaginación en los que el entramado de cumbres kársticas da paso a hermosos bancales de arroz de un verde que refulge con las lluvias de verano y se funde con el curso del río en regiones como Guilin y Yangshuo. Escenas protagonizadas por bueyes de agua, pescadores con cormoranes y orgullosas mujeres que aún lucen la vestimenta tradicional. Casas levantadas sobre pilotes y puestos de comida que exhiben un conjunto gastronómico extraordinario. Conviene degustar el recetario autóctono olvidando el menú del restaurante chino de nuestra ciudad para disfrutar de la infinidad de variedad de sabores y texturas de sus platos. Pekín, capital de este sacro imperio culinario y hogar del dragón, fue nuestra primera parada en China. Allí comenzamos a comprender que el país, además de abarrotado de una belleza sobrecogedora que nace de la tradición oriental, ofrece un choque cultural tan grande que llega a robar importancia a monumentos de la talla de la Ciudad Prohibida o la Gran Muralla. Rodeados de ventiladores insertados en la vestimenta, empapadores en la frente para evitar el sudor y relojes infantiles que fotografían empezamos a advertir que había algo mucho más “made in China” que la acupuntura, el tai chi, la papiroflexia o sus archifamosas etiquetas de producción. El ADN de este país está en la fascinante heterogeneidad de su gente. La civilización más antigua del mundo es un batiburrillo de etnias, lenguas y dialectos que demuestran que aunque orbitemos la misma estrella la mirada es diversa.

  • Bancales de arroz Columna del Dragón. Guilin. China. Clara Colorin Colorado
  • Fenghuang. China. Clara Colorin Colorado
  • China tradicional. Clara Colorin Colorado
  • Gran Muralla China. Clara Colorin Colorado
  • Vida urbana en Fenghuang. Clara Colorin Colorado
  • Paisaje kárstico de Yangshuo. China

China con los cinco sentidos

Contra todo pronóstico hay algo muy bonito en la imposibilidad de conectarte a las redes sociales y recibir mensajes de whatsapp, a estar desaparecida unos días incluso para google. Sabíamos que en China la mayor parte de las aplicaciones occidentales no funcionarían, la sorpresa fue descubrir que su cortafuego era más potente que la VPN. Este aislamiento me impulsó a emprender un viaje con los cinco sentidos, enfocar la mente y transitar las emociones que se desprenden de saber que estás en un lugar único, imposible de copiar. Recorrer la calzada de la Gran Muralla subiendo atalayas, un circuito defensivo que serpentea entre montañas y cuyo objetivo era hacer frente a los ataques mongoles y evitar los saqueos de las tribus nómadas. No fue impenetrable pero sí ayudó a unificar el país. Adentrarse en los secretos de la imponente y majestuosa Ciudad Prohibida. Antiguo centro del poder, residencia de los emperadores y uno de los mayores tesoros culturales del antiguo imperio. Entrar sin invitación suponía la ejecución. Hoy es posible caminar por la espina de dragón e imaginar cómo era la vida en palacio. Una mezcla en la que convivían gobierno, rituales y concubinas. En contraposición a la vida vida de palacio el escenario rural que ofrece pasear sin rumbo por Fenghuang. Olvidarse de rutas y dejarse maravillar por el encanto vetusto de sus callejones, tiendas tradicionales, teterías y viviendas que conservan en formol el espíritu con el que se crearon. Sus icónicos rincones solo son superados cuando a media tarde, con el ansia de empaparse de su antigüedad, acuden a él mujeres de toda China en traje tradicional para retratarse con el legado histórico, artístico y patrimonial de Fenghuang. Cuando pensaba que no me cabía más emoción viajamos a la vecina de Pandora, las montañas que acompañan al río Li y se alzan igual que las cimas de un parque de atracciones. Ningún artista podría haber esculpido con más rebeldía las paredes y cuevas que brotan de Yangshuo.

Aventura comunicativa. Made in China. Clara Colorin Colorado
Haciendo amigos

La aventura comunicativa en China

En el camino, entre colas y vertiginosos miradores, comenzamos a ser conscientes de la gente y nuestras diferencias, de la gran aventura que estaba siendo comunicarnos. El inglés, lengua vehícular entre culturas dispares, apenas era útil pero nos fascinaba estar sumergidos hasta el tuétano entre locales que a base de pedirnos selfies y vídeos mejoraban nuestros niveles de autoestima y nos recordaban que estábamos en una de esas mecas viajeras, un país sin colorantes ni conservantes. Experimentábamos de manera mutua la felicidad que produce sentirse exótico. Ellos con sus ojos rasgados y haciendo gala de una estética en la que la esencia de la nación palpita al compás del alma, nosotros con nuestros rasgos mediterráneos y las horas de vuelo que ellos percibían igual que un halago. Amateurs en su lengua tratábamos de corresponder su gratitud con dos palabras: Nǐ hǎo (hola) y Xièxiè (gracias). Si no abrían puertas, al menos no las cerraban. Los chinos son confucianos, pragmáticos y algo introvertidos pero también poseen una naturaleza generosa y hospitalaria capaz de superar los abismos comunicativos. El trayecto desde Fenghuang a Guilin habría sido imposible sin la red de contactos que tejieron para ayudarnos. Una trabajadora del hotel en el que nos alojábamos nos tomó una fotografía que compartió con el jefe de la estación y este con los conductores de las distintas camionetas que debíamos tomar. El esfuerzo de todos consiguió que alcanzáramos nuestro destino sin ninguna pista en inglés, ya fuese escrita u oral.

“La curiosidad es la gran revolución”

Ni las guías ni los blogs te preparan para la aventura comunicativa. Una lección vital que nos impulsa a caminar hacia la utopía del entendimiento aceptando con orgullo las infinitas diferencias. Puede que las próximas generaciones hablen más idiomas porque Hayou sueña con viajar a Francia y aprender perfumería, la pequeña de los Liu desea ver España con sus propios ojos y Qiang quiere asistir a un partido de la NBA. De momento a su hijo le ha bautizado con el nombre de Kobe. La curiosidad es la mayor revolución. Se produzca o no, nosotros seguiremos fascinados con las curvas de sus montañas, su peculiar helado de guisantes o su alfabeto en cuyos caracteres, de manera individual, se combinan sonido e imagen. Quizá China sea la cara oculta de la Luna, un territorio en versión original y sin subtítulos, repleto de misterios para la mirada occidental.

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3 comentarios en «Made in China»

  1. Una excelente lección de HUMANISMO, de búsqueda de la verdad que cada pueblo atesora desde pretéritos tiempos. Una auténtica lección de respeto hacia EL OTRO, una aventura comunicativa, que sin compartir lenguas , el interés hacia el otro y su mundo produce entendimiento.
    Si los gobiernos poseyeran esta voluntad de acercamiento, entendimiento, compartición,
    respeto y comprensión , muchas guerras no existirían e infinidad de paraísos DEJARÍAN DE SER PARAÍSOS PROHIBIDOS porque “YO soy también EL OTRO”.
    A través de tus ojos, impresiones expresadas con tanta admiración y respeto hacía CHINA, me has hecho evadirme por un rato de mis tormentos. GRACIAS y síguenos contando lo que ven tus ojos y tu corazón.

  2. Muchas gracias por este mensaje tan bonito, Juan Antonio. La verdad es que es el tiempo y las experiencias transcurridas en él las que me invitan a pensar de esta manera y caminar hacia la utopía del entendimiento. Estoy segura de que como yo hay muchas personas que ponen su granito de arena. Desde nuestra posición lo único que podemos hacer es acudir a las urnas cada cuatro años y esforzarnos por comprender las diferentes realidades. Un fuerte abrazo 🙂

  3. Pingback: Utopías orientales en Kioto - Clara Colorín Colorado

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