Escuché en muchas ocasiones cómo Joaquín Sabina la describía con un poncho rojo, pelo de plata y carne morena. Álvaro Urquijo ponía el resto, casi na´. Aunque nació en Costa Rica, México es ella. No importó que no fuese de aquí ni de allá, el país mexica la absorbió. Es su curiosa manera de crecer, creando un mosaico de gente unida por el sentimiento de reír llorando. En el bar de la esquina disfruto de mi primer desayuno de bolillos y un líquido marrón que dice ser café. Lo primero es un delicioso pan de maíz untado con mermelada. Lo segundo un rebelde, un insurrecto de la buena cafeína. No pasa ni por americano. Tras un “¡Qué te vaya bonito!” emprendo el camino. Recorro un laberinto interminable de mercadillos esquivando puestos de comida que parecen avisarte con vehemencia de que el día que no comas tacos es un día perdido. En esta tierra la temporada alta de guacamole y carnitas es perenne. Corro yo y corre el aire, así somos los que solemos llegar tarde, unos Usain Bolt de chichinabo. Me acompaña una guitarra desafinada y un cielo que parece moverse por una escala de grises que de repente pasa de un gris contaminado a un gris tormenta de verano. No me importa, sé que es la forma con que la Ciudad de México me dice “Wei, la neta es que sé que estás aquí, bienvenida.”
“Cruza los dedos para que te vista la vida de suerte”
Por el bulevar de los sueños rotos comienza a caer la lluvia justo cuando llego al Zócalo y junto a los devotos desconsolados entro en la Catedral Metropolitana donde recibo la primera lección para entender la cadena mexicana de adn. Una estructura de doble hélice en la que se enlazan alegría y dolor. “Cruza los dedos para que te vista la vida de suerte”. Serpenteo entre paraguas y gente que me pide propina. Soy la única golondrina viajera estos días y de alguna forma siento que me exigen pagar por el aire que respiro. Es un mundo raro. La Ciudad de México es fugaz, está rota y ahogada en tequila, pero también hay magia amurallada. Es la herencia de los mexicas, de Pancho Villa y la indomable Frida Kahlo. Los barrios de Coyoacán o Roma son parte de su esencia. Se respira un pasado colonial y burgués que hoy se tiñe de una agridulce decadencia. Hay plazas llenas de picardía, calles desgarradas y un tiempo inmóvil. México se toma a sorbitos en una terraza descifrando la conversación de los de al lado. Una telenovela en toda regla, Amores verdaderos y un poco de Rubí. Respira hondo, estás en casa de Chavela Vargas. Esto es el bulevar de los sueños rotos.
“México es casi un estado mental”
Subo a un autobús como el que sube a un tranvía en San Francisco, con medio cuerpo fuera sintiendo la libertad que te regala el viento. La diferencia es que yo me estoy jugando la vida y que la idea de libertad ha dado un vuelco. El autobús va lleno, nadie se ha apiñado para hacerme sitio, la puerta no cierra y yo voy en ella justo después de salir de la Casa Azul. “Sí, Frida, está bien sentir que tienes alas para volar pero aprecio mucho los lugares a los que me llevan mis pies”. La pesadilla dura veinte minutos. En esa puerta dejé parte de mí: las huellas dactilares talladas con el soplete del miedo y todo el ánimo que fui capaz de insuflar al chico de al lado. “No te preocupes, esto es una aventura, es parte de la experiencia”. Esto último me habría gustado recuperarlo, que alguien me hubiera dicho con una sonrisa cuando por dentro el que grita es el pánico, “No te preocupes, esto es una aventura, es parte de la experiencia”. Me recuerdo a mí misma que México es casi un estado mental. Un popurrí de sensaciones opuestas que se entretejen para que rías llorando. Son Urquijo y Sabina cantando “Por el bulevar de los sueños rotos, moja una lágrima antiguas fotos y una canción se burla del miedo”.
Último trago en el bulevar de los sueños rotos
En la Plaza Garibaldi hay de todo esto y más. Es el lugar en el que las horas se beben a ritmo de mariachi, se cantan las canciones de “un tal José Alfredo” y ellas sueñan con dejar de ser paloma negra para ser Lucero, “…Escapar de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela…” Desde Tenampa la vida se contempla al igual que un espectáculo. Hay un conjunto de actores con sus luces y sus sombras y una potente banda sonora, un sonido octavado en graves que se asemeja a su vida. Entro bajo el aviso de “Si quiere una chela (cerveza) tiene que consumir comida”. ¿Dónde está la amenaza? Un par de Victorias (una marca), más tarde un grupo de mariachis percibe las chiribitas que hacen mis ojos y me asalta con un “¿Quiere que le cantemos algo?”, aguanto una milésima de segundo antes de responderles “Sí, por favor, La Bikina y Malagueña salerosa.” No lo puedo evitar, “Ay, de mí llorona, llorona, llorona…” Es mi último trago con la ciudad. Acabado el show camino por el bulevar de los sueños rotos, me doy la vuelta y ahora soy yo la que dice “Qué te vaya bonito.”
“Cuando un día empiece a llover, les saldrá una lágrima, será una chavelacita muy chiquita.” Chavela Vargas.
Este texto gira en torno a la figura de Chavela Vargas quien con su voz y su estilo de vida construyó México. El hilo conductor es la canción escrita por Sabina: “Por el bulevar de los sueños rotos”. En 2012 la cantante viajó a Madrid para presentar su último disco en la Residencia de Estudiantes. Regresó a México pocos días después muy enferma, sabía que estaba muriendo. Cuando los medios le preguntaron si se arrepentía del viaje ella declaró: “Yo sabía perfectamente bien cuáles eran los costos, y claro que valió la pena. Le dije adiós a Federico, les dije adiós a mis amigos y le dije adiós a España. Y ahora vengo a morir a mi país.” Pasará el tiempo y seguiremos hablando de ti. Mujer eterna con tu poncho rojo, tu pelo de plata y carne morena. Voz amarga que ríe llorando. Eterna Chavela.
Que bonito! Se me han saltado las lágrimas…
Entonces he conseguido que sintieras esa dualidad mexicana, ese reír llorando. Me alegro un montón 🙂
Que bonito relato Mexicano
Muchísimas gracias Mariano!!! 🙂
Madre mía, qué de imágenes bonitas. Visualizo el DF y te veo sacando el cuerpo por un autobús mientras tu miedo te persigue pero no te alcanza. Ándele, Clarita!
Al miedo he aprendido a torearlo en los últimos años, cuando me ve aparecer me hace una reverencia. En esa vuelta por el DF siempre te llevé conmigo.
Qué texto más bonito voy a hacer una playlist con todas las referencias que mencionas para ponérsela a Gabi en este parque de Sheffield donde acabamos de leerlo 🙂
Las canciones de Chavela son muy amargas, si os puedo dar un consejillo escuchadlas viendo pinturas de Frida y con tequila en mano. Frida expresó muy bien esa dualidad de reír llorando, ella dio un paso más, murió viviendo…los excesos eran picos de vida en ambas. Me alegro mucho de que os haya gustado 😉
Me ha ENCANTADO.. No sabía si era una fantasía, magia, algo extraño que poco a poco en la lectura deviene realidad.
Preciosa la descripción del miedo y terminando y riendo y cantando pequeños fragmentos que a mi recuerdo vienen de Chavela.
Andale, ándale,ándale!!!!!!
👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏
El relato es una compilación de lo que yo viví en Ciudad de México, el día que fui a la Casa Azul tuve claro que había esa dicotomía, el paso de los días me dio la razón. Chavela es uno de los personajes más interesantes, representativos y queridos. Por cierto, sufrió polio, Frida también. Creo que es un dato que para ti puede ser interesante o curioso. Me alegro mucho de que te haya gustado mi articulillo 🙂
Quisie decir que al terminar la lectura acabé llorando, riendo y cantando con Chavela gracias a ti, Clara.